Decidí escribirte esta carta porque desde hace mucho tiempo no encuentro la manera de hablar con vos cara a cara. Es decir, hablamos, sí, pero en la inmediatez de una conversación me resulta difícil encontrar la palabra justa, la frase exacta para expresar lo que realmente pienso, lo que verdaderamente quiero decirte y en más de una ocasión digo cosas de las que me arrepiento al instante de pronunciarlas, o me quedo mascullando bronca porque hubiera preferido enunciarlas de otra manera, con otros matices.
En cambio, acá sentada a la mesa frente al papel puedo tranquilamente escribir, leer lo escrito, sopesarlo, corregirlo, volver a escribir, abordarlo de varias maneras y elegir la que me parece mejor para finalmente entregarte el mensaje que sinceramente quiero transmitir. Porque esa es la gracia del mensaje escrito, al menos es lo que yo creo.
Si me cuesta entender a los que hablan con descuido, sin pensar lo que están diciendo, más me cuesta entender a los que escriben esos galimatías horrorosos, incomprensibles que tan frecuentes son hoy en día. Por eso quiero que mi mensaje de hoy sea claro y contundente, Norberto.
Quiero decirte con todo mi corazón que te vayas a la reputísima madre que te parió.
Nora